Más de 100 años después de la pandemia de gripe de 1918, parece que ahora nos enfrentamos a otra pandemia. El brote de la nueva infección coronavirus (SARS-CoV-2) se está extendiendo a todos los continentes, obligándonos a vivir con este virus durante mucho tiempo. Científicos y médicos han aprendido mucho de la enfermedad coronavirus 2019, COVID-19, y su patogénesis: no todas las personas expuestas al SARS-CoV-2 están infectadas y no todos los pacientes infectados desarrollan enfermedades respiratorias graves. En consecuencia, la infección por SARSCoV-2 se puede dividir aproximadamente en tres etapas:
-Etapa I, un período de incubación asintomática con o sin virus detectable;
-Etapa II, período sintomático no grave con la presencia de virus;
-Etapa III, etapa sintomática respiratoria grave con alta carga viral.
Desde el punto de vista de la prevención, los individuos en la etapa I, son los menos manejables porque, al menos en algunas ocasiones, propagan el virus sin saberlo: de hecho, la primera transmisión asintomática se ha informado en Alemania. El papel de los pacientes asintomáticos infectados de SAR-CoV-2 en la difusión de la infección queda por definir. Entre los más de 1000 pacientes analizados en Wuhan, excepto ocasionalmente en niños y adolescencia, infecta a todos los demás grupos de edad de manera uniforme. Alrededor del 15% de los casos confirmados progresan a la fase grave, aunque hay una mayor probabilidad de que los pacientes mayores de 65 años progresen a la fase grave. Una de las preguntas más grandes sin respuesta es por qué algunos desarrollan una enfermedad grave, mientras que otros no. Claramente, la sabiduría convencional basada en la inmunidad general de los pacientes infectados no puede explicar este amplio espectro en la presentación de la enfermedad.
PDF: https://drive.google.com/file/d/1AOu-ZNK5OUz0qU9UpwrGNe2tq_uWxkeY/view
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